miércoles, 15 de junio de 2016

Sinfonía de los sentidos en clave de sol


Sísifo sol - Antonio Arroyo Silva







En el último verso de uno de sus poemas, Roberto Juarroz menciona el uso de las "palabras caídas", como si nos advirtiera de que la construcción de su particular lenguaje poético, su estética, se fundara sobre la elección de esas palabras caídas, venidas a menos. ¿Pero caídas de dónde y por qué? Estas palabras provendrían de la expulsión -o exilio sufrido de la lengua- por parte de los grandes discursos, ampulosos, inanes e instrumentalizados (y normalizados por las instancias de poder y los medios).


Trazar una filiación con la poética de Antonio Arroyo Silva es del todo pertinente respecto de estas palabras caídas, pues el mismo Antonio refiere en Sísifo Sol, su nuevo poemario [1], un rechazo de la belleza absoluta, de ese discurso, como decía antes, de una grandilocuencia fatua y ensoberbecida, de una belleza que, si bien en un momento histórico concreto puede representar una búsqueda radical, termina por sucumbir a un proceso evolutivo de desgaste. Y la belleza así, absoluta, rehúye el verbo fundador de una misericordia y un amor concretos por el mundo cercano, por las entidades no de la idea, sino del tacto, del roce, precisamente por su vecindad (así lo comprobamos en el poema liminar del libro La belleza). La hermosura de lo mínimo que respira en las esquinas y crítica, también, del alejamiento que cierta poética de salón -estandarización de un grand style clasicista- esgrime, encerrada en la torre cosificada del lenguaje -según entiende el poeta-, sustrayendo el fondo del ser que puebla la palabra, y quizás ahí la querencia especial de Antonio hacia el Altazor huidobriano y su vertiente femenina, la Asteriza de Astrid Fugellie (aunque esta querencia tenga más relación con la poética -o su aliento- que con la práctica).