viernes, 6 de marzo de 2009

Analectas

Recupero un fragmento de un ensayo fundamental debido al poeta Francisco León en el que se realiza una interesante crítica sobre los modos perversos que cierta tendencia, de cuyo nombre no quiero acordarme, ha propugnado durante las dos últimas décadas en la poesía española (y que, en rigor, no ha hecho sino reproducir esquemas reduccionistas con antecedentes en cierta poesía del período franquista), y su apuesta por una reorientación crítica.
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«La llamada nueva poesía española y sus estrategias operativas, oponiéndose a los hitos fundamentales de la modernidad de raíz romántica, simbolista y vanguardista, al mismo tiempo que parecía evolucionar en sus estrategias, disolvía en el seno de su propia estructura aquello que propugnaba, o creía preconizar, es decir, la admisión de todo pensamiento utópico superior y, por tanto, de toda genealogía moral y trascendental del arte verbal. Por consiguiente, y urdido con difusas y agarrotadas ideas neomarxistas, bajo el bondadoso lema de una poesía comprensible por todos y escrita en el lenguaje corriente de la gente, se operaba una vieja estrategia de abaratamiento de la así llamada información estética. Se trataba de un resultado previsible y ya conocido desde la imposición en España de las poéticas "realistas" frente a las "irrealistas", para usar la afamada y grotesca terminología antinómica de José María Castellet. Este intento de repragmatización del lenguaje poético, más destinado presumiblemente a ganar una fácil y masiva recepción lírica, que un cambio de dirección en la organización de la conciencia social de España, dio como resultado la vulgarización de los supuestamente novedosos contenidos crítico-realistas de la recién inventada poesía española –si bien logrando, como se sabe, de paso, la execración de las poéticas de acento meditativo, trascendente o metafísico-. Lo hemos dicho de otro modo en diversas ocasiones: el camino verdaderamente axial, la estirpe de raíz moderna abierta por la poesía prebélica en España pasó a ser, a partir de los años cuarenta, pura marginalidad en unos casos, excentricismo elitista en otros, confusionismo para algunos o, en el mejor de los casos, maestros que habían perdido toda vigencia histórica, para usar unas conocidas palabras. (…) La tan famosa vuelta a la realidad rehumanizada –por cierto, pocos conceptos como el orteguiano "arte deshumanizado" (tan mal comprendido y descontextualizado entre nosotros), han hecho más daño en nuestra historiografía-, planteada una y otra vez desde los años cincuenta hasta acá, no sólo desvía la atención del lector de aquello que parece la verdadera naturaleza del fenómeno poético, sino que perpetúa el viejo tópico que nos ha hecho creer que los lenguajes experimentales heredados de la vanguardia, es decir, los lenguajes de operación epistemológica y, por tanto, los lenguajes que nos conducirían a una modernidad ampliadora y desprejuiciada, carecen, en nuestra tradición, de importancia real. Se llegó a pensar que todo lo que surgiera de esa tradición central, puesta en duda una y otra vez, suponía una reorientación inhumana, y aun escapista, por causa, fijémonos bien, nada más y nada menos que por sus contenidos altamente filosóficos, culturales o espirituales. En fin, una reorientación que se alejaba de la gente de la calle, de sus necesidades inmediatas o de sus desdichas diarias.
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La
vuelta a la realidad propuesta por la poesía posmoderna española se convirtió rápidamente en una fuga imparable hacia los aspectos más superficiales y anodinos de la realidad, lo cual, en sí mismo, no hubiera representado mayor problema si a esa fuga ideológica no se hubiera sumado la exención de las responsabilidades sobre los aspectos materiales del lenguaje poético adquiridas por el poeta moderno desde las reflexiones de Poe, Mallarmé, de Baudelaire, Maiakovski o Valéry, por citar ejemplos dispares».
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Francisco León, Reorientación de la poesía. En Piedra y cielo. Revista de Poesía, Arte y Pensamiento, nº 3, pgs 13-14.

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